Por Sergio Ceyca
El libro más reciente de Etgar Keret, titulado La penúltima vez que fui hombre bala, fue presentado en la Ciudad de México, en el espacio de General Prim #38, por el escritor mexicano José Gordón en compañía de lecturas dramatizadas de los cuentos que componen el libro. Este sería el noveno libro del autor israelita que la editorial Sexto Piso publica en México. Dicho evento fue sólo uno de varios eventos que la editorial independiente realizó en el marco de la venida de Keret a México.
En el relato que le da título al volumen, un hombre al que ha dejado su mujer, cuyo hijo le ha dicho que es un cero a la izquierda y a quien incluso su obeso gato ha abandonado, es conminado por el dueño del circo en el que trabaja a sustituir al hombre bala. Ignorando las advertencias de los payasos que ante el delirio del público lo invitan a reflexionar sobre los peligros que aquejan semejante profesión, el hombre se mete a trompicones en el cañón y sale disparado muy fuera del blanco hasta hacer un boquete en la carpa de circo. Vuela y mira su ciudad, su mundo y a todos aquellos que lo han abandonado desde las alturas y encuentra ahí su nueva vocación.
Keret es un escritor todoterreno que puede fabricar una tensión digna de la mejor tradición del cuento corto, lo mismo a partir de un niño que quiere llevarse la caja registradora de una juguetería como regalo («escoge lo que tú quieras», le dijo el padre), o imaginar un Estados Unidos distópico en donde Donald Trump se reelige para un tercer mandato. Con el ejército diezmado por una cruenta guerra contra México, el presidente norteamericano recurre a un perverso juego estilo Pokémon para reclutar niños y adolescentes que se convierten en mortíferos soldados.
José Gordón dijo que los cuentos de este volumen conectan con el corazón del lector porque llega a espacios de intimidad que necesitan mucha honestidad. Y está honestidad nace de la tragicomedia cotidiana. En Israel se le brindó al libro un premio nacional que involucraba traducirlo a otra lengua, la que Etgar quisiera. Y él eligió el yiddish.
“A Etgar lo atraviesan diversas tradiciones. Una es la literatura de Julio Cortázar, que está guiado por la brújula del azar. La otra gran tradición, contrario a lo que uno pudiera pensar, era con la literatura de relatos breves con ironía y compasión, en yiddish. Etgar estaba conectado con un mundo que no tiene que ver con el poder, la territorialidad, sino con conectarnos de alma a alma y que tiene que ver con el corazón”, comentó Gordon.
“El yiddish para mi es muy importante porque el hebreo representa para nuestra cultura el lenguaje de Dios, y no podíamos usarlo para hablar del baño o de sexo, entonces decidimos inventar este lenguaje. En el yiddish se utiliza un lenguaje oral para hablar de las cuestiones cotidianas. Y también para mí siempre fue muy importante porque me perdí alguna explicación importante en la escuela y pensé que era la lengua en la que Dios no hablaba y para hacer maldades pensé que era la mejor lengua para hablar”, completó Etgar Keret.
Entonces fue cuando José Gordon reflexionó sobre la literatura. Comentó que en el territorio de la literatura no se habla de ideas sino de sentimiento. Y así se vuelve ese territorio común que no tiene que ver ni con el tiempo ni con el espacio. En ese aspecto, la literatura de Keret trata de plantear fuentes o tuberías, que hacen que nos liberemos de nuestros territorios de poder, de ejércitos, naciones, para comunicarnos en otro nivel.
“Como he dicho, siempre he pensado que el humanismo está vinculado con la debilidad. Las personas que no somos buenas para vivir tenemos una segunda oportunidad a través del arte, y a través de él podemos tener una honestidad implacable. Así también podemos tener acceso a otras subjetividades por la lectura. México es la tierra de los abrazos. Desde que vine a mi primer booktour en México me pedían una fotos y abrazos. En los siguientes eventos al menos dos o tres eventos todos me pedían abrazos. Le comenté a los editores de Sexto Piso que México siempre abrazan y ellos dijeron que quizá la gente al leer mis cuentos creen que hay un tipo que necesita ser abrazado”, concluyó Etgar.
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