Por Sergio Ceyca
Cuando apareció Nefando en España fue todo un acontecimiento. Publicado por la editorial catalana Candaya se coló en las listas importantes y obtuvo muchas reseñas; ahora el libro, en su edición mexicana, es publicado por Editorial Almadía. Por dicho motivo, en La Pared Noticias nos acercamos a entrevistar a Mónica Ojeda (Ecuador, 1988), para preguntarle diversos detalles sobre la concepción de la novela.
En Nefando se narra la creación de un videojuego que fue liberado en la deep wep y alrededor del cuál se creó mucho revuelo, ya que entre diversas cosas incluía vídeos de pornografía infantil. Videos que fueron tomados por el padre de los hermanos Terán, los creadores del juego, cuando abusaba de ellos.
Años después de esto, alguien busca a los roomies de los hermanos para contar la historia de la concepción de Nefando cuando todos vivían en un apartamento. La novela se narra a través de narraciones de recuerdos y de entrevistas.
Mónica Ojeda (Ecuador, 1988) es master en Creación Literaria y en Teoría y Crítica de la Cultura, da clases de Literatura en la Universidad Católica de Santiago de Guayaquil. Actualmente cursa un Doctorado en Humanidades sobre literatura pornoerótica latinoamericana.
Con su primera novela La desfiguración Silva obtuvo el Premio Alba Narrativa 2014 y con su primer libro de poesía El ciclo de las piedras, el Premio Nacional de Poesía Desembarco 2015. En 2017 publicó el relato Canino y otro de sus cuentos fue antologado en Emergencias. Doce cuentos iberoamericanos (Candaya, 2013). Además de Nefando también ha publicado Mandíbula en la editorial catalana Candaya.
La Pared Noticias: Para iniciar, al igual que los hermanos Terán de la novela tú llegas a España a vivir, ¿cómo fue esta experiencia?
Mónica Ojeda: Liberadora. Necesitaba alejarme de todo lo que era mío para construir otro tipo de geografía emocional. También necesitaba alejarme de mi propio uso del lenguaje para volver a él de otra manera. En España, por contraste, escuché por primera vez mi ritmo, mis palabras, mi cadencia al hablar, mis expresiones. Miré mi escritura desde un lugar distinto al que la hizo nacer y eso fue definitorio en mi literatura.
LPN: En Nefando es muy importante el ambiente del internet. A mí me tocó el auge de los torrents, por ejemplo, o este asunto de descargar el Tor para entrar, con miedo, a la deep weep. ¿Cómo fue la entrada de esta cultura cibernética al libro?, ¿estaba desde el inicio?
MO: En realidad, no. La presencia de internet, que es fundamental en la novela, surgió como una necesidad de la trama: si yo quería hablar de abuso infantil, de pornografía infantil, tenía que ir directamente hacia los sitios en donde ese tipo de materiales circulan. Ese lugar es la deep web. Los pederastas del siglo XXI son hackers. Saben cómo ocultar su IP, cómo crear foros de acceso cerrado, cómo compartir vídeos y fotografías ilegales sin ser detectados. Tuve que empaparme de este mundo porque el tema de mi novela lo exigía.
LPN: Siguiendo con este tema, ¿qué lecturas fueron acompañando la escritura de Nefando? ¿Qué tan importante crees que haya sido la lectura de Roberto Bolaño, Los detectives salvajes en especial?
MO: Creo que ha sido tan importante como cualquier otra que me haya gustado profundamente. Uno se educa con los autores que disfruta leyendo. Dicho esto, en Nefando hay poco de Bolaño y mucho de otros autores que nunca se mencionan.
LPN: Hay partes de la novela en dónde los límites de la represión social parecen borrarse en favor de una historia oscura, ominosa. Me recuerda un poco a El obsceno pájaro de la noche, de José Donoso. ¿Lo has leído?
MO: Sí, es una de mis novelas favoritas. De hecho, hay más de Donoso en Nefando que de Bolaño. No es que yo borrara los límites sociales (que a veces son necesarios y justificados) para potenciar lo ominoso, sino que me interesaba entender qué hay debajo de las normas que impiden que nos destruyamos salvajemente entre nosotros, qué deseo siniestro, oscuro, qué tipo de hambre de daño habla desde el fondo de la condición humana. En este sentido, me importaba poco lo reglamentario y mucho el deseo. Al final, Nefando es una novela sobre el deseo y sobre el horror que habita en él.
LPN: El sexo es un asunto oscuro dentro de la novela. Puede ser una duda o puede ser una el canal por el que se daña a los demás. ¿Crees que algún día nuestras sociedades hagan las paces con él?
MO: No. El sexo es oscuro porque es excesivamente luminoso. Tiene una luz cegadora. Bañados en esa luz intuimos, en algún momento, que en realidad no estamos viendo nada, y es entonces cuando el miedo entra. El deseo es siempre extremo porque va directo hacia la muerte. Bataille, Kristeva, Lacan, Freud han reflexionado mucho sobre esto. Si nuestras sociedades se fundan entorno a la prohibición de ciertos comportamientos sexuales, es fácil entender que nos sostenemos y nos sostendremos siempre sobre algún tabú. El tabú es nuestro tótem.
LPN: Los hermanos Terán sufren, de pequeños, un abuso que marca su comportamiento a lo largo de la novela. Nefando, el videojuego, es una especie de cristalización de su sentir de este hecho. ¿Puede existir un lenguaje con el que las victimas hablen de un hecho violento, sin revictimizarse?
MO: Los Terán son unas víctimas muy particulares porque, pese a lo que les ha pasado, no se consideran víctimas. Ellos no sienten que se revictimizan a través del videojuego, sino los otros. Son los demás los que no comprenden lo que ellos sienten o dicen. Tienen un sentir monstruoso para la sociedad. Ellos encuentran una especie de goce en contar lo que les sucedió, por eso son vistos con rechazo. Pero como nos dice el psicoanálisis: hay goce en el dolor. Esto es lo perverso en los Terán, lo que la gente no soporta de ellos. Yo creo que no hay forma en la que una víctima no pase por un lenguaje doliente si quiere pasar página: todos tenemos que aprender a contar nuestro dolor para sobrevivir. Hablar de la violencia que uno ha sufrido no es revictimizarse, sino salvarse.
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