Por Sergio Ceyca
El escritor sinaloense Miguel Tapia Alcaraz fue galardonado con la primera emisión del Premio de Novela ‘Ciudad de Estepona’, un certamen literario organizado por el Ayuntamiento de Estepona y la Fundación Manuel Alcántara, en España, por su novela “Tumbas de agua”. En La Pared Noticias nos acercamos para preguntarle sobre su trayectoria literaria, la marcha de su tierra natal y cómo ha sido escribir desde el viejo continente.
Miguel Tapia Alcaraz es escritor, traductor y profesor mexicano. Es doctor en Literatura Hispanoamericana por la Universidad Sorbonne-Nouvelle Paris 3, donde ejerce la docencia desde 2012. Ha estudiado ingeniería, literatura, música y periodismo. Ha ejercido estos y otros oficios en su ciudad natal, la Ciudad de México, Barcelona y París.
Es autor de los libros de cuentos Los caimanes y Señor de señores y los caimanes, así como de la novela Los ríos errantes. Sus relatos han aparecido en varias antologías mexicanas, así como en diferentes revistas mexicanas e internacionales. Ha publicado también traducciones y ensayos.
La Pared Noticias: ¿Cómo son tus primeros acercamientos con la literatura? ¿También hubo a la música? En tus relatos aparecen muchos músicos o gente que toca instrumentos.
Sí, tanto la literatura como la música han sido parte fundamental en mi vida. Ya en la secundaria yo pasaba más tiempo leyendo que haciendo cualquier otra cosa. Después, por azar, entré en contacto con un grupo de personas gracias a las cuales me acerqué a la música, al rock en particular. En ese tiempo un movimiento local nacía con fuerza. Mi energía se enfocó entonces en ello. Fue como parte de esos proyectos musicales que salí de Culiacán para instalarme en la Ciudad de México, donde viví varios años. Ahí comencé a plantearme la escritura. Tiempo después, durante una crisis en mis proyectos musicales, me enfrenté a una disyuntiva, y decidí concentrarme en la escritura. De manera natural, todo aquello que ha sido importante para mí aparece, de una u otra manera, en mis textos. Incluyendo la música.
Tu primer libro publicado es ‘Los caimanes’, en Almadía, ¿fue también tu primer libro escrito? Lo leí hace años y recuerdo que los cuentos transcurren en un ambiente donde se resalta lo cotidiano en Culiacán (tengo más fresco el relato en que el chico entra a una clase universitaria y ve una mariposa gigante, supongo que por que estaba drogado), ¿cómo surgen estos cuentos?
Los cuentos de ese libro fueron todos escritos fuera de Culiacán e incluso fuera de México. Tras bastantes balbuceos, se fue haciendo evidente que algunos temas pujaban por asomarse en las historias que me parecían más consistentes. El escenario sinaloense, el ambiente citadino en que crecí, los temas que rodearon mi vida en Culiacán se hicieron presentes de manera natural en los relatos. Es interesante lo que cuentas, el chico del cuento que mencionas no está drogado, simplemente descubre, escuchando excepcionalmente a su profesor, que la escuela puede abrirle una puerta a caminos insospechados. Pero esa pequeña puerta, a la vez que puede arrojar una luz sobre la realidad inmediata, está seriamente amenazada por ésta misma. En eso basa el mecanismo del relato.
¿Cómo es escribir sobre Culiacán y con lenguaje norteño, por así decirle, desde otra latitud y donde la gente que te rodea habla otro idioma?
La distancia afina el oído. El no tener a la mano algo que valoras te hace poseerlo en la memoria de manera más minuciosa. La lengua materna – el culichi es la mía -, como otras herencias irrenunciables, laten en el fondo de uno aún si no se les solicita cotidianamente, y desde ahí pugna por hacerse presente en tu vida. Es parte de tu identidad. Ir en busca de ella para contar una historia puede ser arduo, pero una vez que la encuentras, la reconoces enseguida. Se reconocen uno al otro, y luego es ella la que ya no te suelta.
Hace poco publicaste ‘Los ríos errantes’, ahora con Editorial Era, el cual tiene un aire de novela de juventud o de crecimiento. ¿Eres lector del género? ¿Cuál es el detonante para esta novela?
No pensaba en una novela de género. El germen de Los ríos errantes es el mismo que el de algunos de mis relatos. De hecho, primero escribí esa historia como un cuento corto. Pero descubrí que, por alguna razón, el formato no funcionaba. Pasé mucho tiempo intentando averiguar por qué y, sobre todo, qué era lo que tenía que hacer para sacarme esa historia de encima. Al final el resultado fue ese libro, mi primera novela. Se trata probablemente de un fracaso, el de no haber podido sugerir el iceberg bajo el mar, que es la historia escondida que sostiene un cuento, según la conocida teoría. Pero eso me llevó a una conquista, que es la de descubrir cómo podía yo escribir una novela.
También hace poco publicaste un cuento llamado ‘El niño perdido’, en la Revista Timonel, ¿forma parte de un nuevo libro? ¿Por qué eliges este tema? Es un cuento que se me hace curioso porque uno pensaría que se ha escrito más en torno al tema o a la canción, y no me viene más a la cabeza.
¿Es la melodía la que no te viene a la cabeza? A mí me sigue por todos lados. Mi formación musical en Sinaloa se hizo, en cierta manera, en contra de la tradición. Es algo muy común en nuestro país. Muchos crecemos rodeados de una cultura, musical u otra, que rechazamos. Sin embargo esa tradición también forma parte de nosotros, nos alimenta y condiciona nuestra sensibilidad. No estoy seguro de haber podido escribir ese relato si viviera allí, pero el escuchar a la distancia esa música que resuena bajo las múltiples capas de estímulos, me obliga a prestarle una atención distinta. Este relato es una re valoración de ese periodo de mi vida, con esa parte de mi formación, a la vez que un sentido juego narrativo con elementos que salen directamente de mi experiencia personal. Es, en buena medida, un esfuerzo por recuperar un legado de experiencias que durante un tiempo parecían no tener correlación directa con mi presente.
El premio: el libro con el que lo ganas (‘Tumbas de agua’), ¿cómo fue el proceso de su escritura? ¿También tiene algo de la cotidianidad y la educación sentimental en una ciudad como Culiacán?
Sí, también. Pero en otro sentido. Es una novela que contiene menos elementos autobiográficos pero que está impregnada de las sensaciones que marcaron mi vida en la ciudad. Es una historia sencilla, construida de inicio en torno a una metáfora y está narrada de manera más lineal que la novela anterior. Tiene una construcción más simple, en torno a ciertos elementos que, al combinarse, me permitieron abordar diferentes capas de significado. Tenemos también la amenaza de la violencia, que es en sí misma una violencia terrible por constante y porque nos toca a todos. Y definitivamente está bañada en la experiencia de la cotidianidad de los personajes, a través de la cual se cuela, poco a poco, el terrible trasfondo en que todas esas vidas discurren, con frecuencia de manera inadvertida.
0 Comentarios