Por Sergio Ceyca
En las últimas semanas la fotoperiodista Cristina Félix (Sanalona, 1994) ha realizado diversas actividades económicas: entre ellas, vender en físico fotografías propias y brindar clases personalizadas de los conceptos básicos de fotografía. Aprovechando esto, en la Pared Noticias nos acercamos para entrevistarla y dar a conocer su trabajo.
Félix estudió desde joven en Culiacán. Primero entró a la licenciatura en Economía, la cual dejó trunca, y posteriormente entró a Periodismo; ambas en la Universidad Autónoma de Sinaloa. Recientemente fue seleccionada en la exposición de la Primera Bienal Internacional de Fotoperiodismo, y las colectivas feministas la seleccionaron para exponer una imagen en el evento Feminismo, Arte y Resistencia III, en la Sala de Arte Joven; ambas actividades del Instituto Sinaloense de Cultura.
Tiene desde 2017 haciendo fotografías para el periódico EL DEBATE de Culiacán, y el año pasado acudió a la Ciudad de México a formar parte de Programa Prensa y Democracia que organiza la Universidad Iberoamericana.
La Pared Noticias: Para iniciar, ¿qué fue primero para ti: el periodismo o la fotografía?
Cristina Félix: Yo no estudié fotografía, es más bien una práctica que he traído desde que soy niña. Fui agarrando la cámara y aprendí por mi cuenta. Originalmente estudié Economía cerca de un año pero luego me fui a periodismo y egresé este año. Lo mucho o poco que he aprendido de fotografía ha sido de manera autodidacta y con los compañeros que me han ido enseñando en el gremio.
LPN: Entonces la fotografía siempre ha sido una constante. ¿Cómo empezaste en eso? ¿Cómo ha sido tu relación con ella? ¿Cómo te relacionaste con la cámara?
Cristina Félix: Fue por mi abuela. Hasta tiempo después supe que ella era amante de la fotografía. Recuerdo que ella juntaba y me llevaba a Arauz para acompañarla a que le revelaran una bola de rollos. Eso era una vez al mes, o cuando tenía dinero. Luego descubrí que ella compró una cámara, ya grande, y en ese momento compartió el asunto de las fotografías conmigo. No recuerdo haber tenido algún otro vínculo. Y de ahí, en la adolescencia, ya me compré una semiprofesional de Kodak muy sencilla, ni siquiera tenía lente intercambiable, y tomaba fotografías desde el camión, o a la gente en la calle sin que la gente se diera cuenta. Poco a poco sentí que sólo quería dedicarme a eso. Entonces –en un ciclo en el que estaba trabajando de mesera, que limpiaba baños y demás– un profesor nos envió a prácticas a medios, cuando estaba en Periodismo. Primero estuve en Viva Voz y yo quería tomar más fotos pero no me dejaban, y un día hubo oportunidad de acudir por una entrevista en El Debate y lo primero que me preguntaron fue cuáles eran mis planes y yo respondí que quería convertirme en la mejor fotoperiodista. Quiero que así sea. Esto le dio risa a la encargada y me dieron el puesto. Entré al área de locales, creyendo que sabría escribir, cosa que no ocurrió, y luego pedí chanza para fotografía. Y eso fue en 2017 y desde entonces me pagan por hacer foto de manera profesional.
LPN: ¿Cuál ha sido tu relación, ahora, con las fotografías impresas? Por ejemplo, en estos días mi madre sacó una caja de fotos impresas y ahí ves a la familia viéndolas en la mesa, haciendo memoria de los contextos en los que fueron tomadas.
CF: En lo personal, de niña, sí imprimía cuando podía. Mi abuela, por su lado, imprimía montones de fotografías y tenía cajas que tuvieron que quemarse cuando se llenaron de hongos. Fue con ella que aprendí la importancia de imprimirlas; yo estaba muy vinculada a lo digital; y aprendí que es más satisfactorio si vas a recogerlas, que el hecho de solo tener una impresora en tu casa. A lo que voy es que es un proceso bastante satisfactorio: ves la fotografía diferente, el objeto tiene otra esencia de la que tiene en la pantalla precisamente porque la pantalla deshumaniza. Por ejemplo, los retratos, que son otra esencia muy diferente ya impresa. Ahora he estado sintiendo, al estar en esta mecánica de imprimir un trabajo, que la gente no está acostumbrada a comprar este material. Predomina el hecho de que si no salen en las imágenes es aún más improbable que las compren porque, de otra manera, no significa tanto para ellos. Puede ser que en otros países o estados, la gente quiera conservar una foto de la luna o del mar, pero creo que aquí no. También me he estado topando con el problema de que los precios les parecen muy altos. Me han llegado a decir que les pesa comprar dos fotografías, aunque no llegan ni a los mil pesos. Estas impresiones que tengo constan del trabajo que he hecho de movimientos sociales, y esto consiste en que la gente elija una fotografía y una medida; ya acordamos la entrega y voy a imprimirlas. Aún ha estado lento y me han hecho pocos encargos, siempre insisten en que no estamos acostumbramos a comprar algo que no nos es tan redituable.
LPN: Cambiando de tema. ¿Qué te ha resultado interesante o te ha motivado a la hora de hacer fotografía de movimiento social?
CF: Para contexto, la verdad es que yo antes de hacer ese tipo de imágenes desconocía qué deseaba retratar. Porque en el periódico hacemos todo tipo de fotografía, entonces los compañeros ya sabían qué querían hacer (había gente retratando familias con desaparecidos y demás), pero no había algo que me dijera esto es lo que te interesa. Cuando llego a la Ciudad de México por unos meses, me doy cuenta que estoy sintiendo esta adrenalina de que siente que tiene ‘la foto’. Todo fotógrafo lo siente cuando ve ‘la imagen’, y no deja de pensar en ella y la quiere seguir viendo en la pantalla; porque es la imagen que estabas buscando y se vuelve menos densa la carga de trabajo cuando ya encontraste la imagen o el retrato. Cuando yo empecé a fotografiar los movimientos sociales en Ciudad de México, yo sentía adrenalina cuando rompían el vidrio, cuando ellas se abrazaban, porque, personalmente sí me sentía identificada con todos los discursos que dan sobre la violencia. Y cuando empieza la manifestación del 16 de agosto iba pensando en cómo serían las imágenes, quienes se dejarían retratar; pero cuando vi que me dieron el privilegio, por ser separatistas, dejarme dentro del contingente sentí una doble necesidad de hacer bien el trabajo. Empecé a ver las reacciones de los hombres, de la gente que estaba alrededor, el cómo reaccionaban ante la manifestación. Y claro, personalmente entendía las razones de la manifestación así como algunos compañeros pueden entender las razones de las familias de desaparecidos porque ya les había tocado a ellos. Entonces, sentí que eso fue una epifanía, una gran revelación, al sentir que estaba en el lugar correcto. Eso se repitió también en la marcha de noviembre y en el performance de “Un violador en tu camino”. Con ese conjunto de marchas entendí que no solamente me salía mejor que otras cosas porque pasé un proceso muy largo para entender que estaba haciendo fotografías regulares antes de hacer estas y que, si bien, un fotógrafo nunca queda contento con sus fotos, estas se acercaban lo más posible a algo que me gustaba. Y más porque hubo un contacto con las chicas retratadas, que me empezaron a escribir. Así se reforzó la idea de que, quizá en general, mi tema eran los Derechos de las mujeres y aun cuando intenté no encasillarme, la verdad es que a lo mejor ya no quiero hacer otros temas. La verdad, también, durante algunas marchas es muy difícil no llorar al escuchar a las mamás activistas, también fueron cosas que te rompen pero debes soportar; me llevaba la lección de así aprendía quiénes vas a retratar, cómo lo vas a retratar y cuándo lo vas a retratar. Porque también entendí las imprudencias que los fotógrafos cometemos, como cuando pensamos que sólo por estar en las marchas las personas se van a dejar fotografiar. Gracias a estas manifestaciones y movimientos sociales yo encontré mi identidad fotográfica aunque quizá aún no esté pulido qué voy a seguir haciendo, pero está ahí.
LPN: Finalmente, ¿cuál es la idea de recolectar dinero por ahora? ¿Cómo te ha ido con las clases?
La idea sale porque he visto que muchos compañeros han estado haciendo eso desde hace mucho tiempo y la verdad es que yo no me había animado porque no consideraba que mi material valiera. Y ahora me animé porque siento tener un material más digno y porque también ya vienen los pagos de mi titulación universitaria, y este proceso cuesta la quincena de cualquier periodista básicamente. Las clases consisten en que yo les explico a los interesados los parámetros básicos: velocidad, diafragma e ISO, y ellos elijen la periodicidad. Es básico y barato, precisamente para que la gente se anime y porque yo sé qué mucha gente no puede pagar cantidad exorbitantes para un curso. También es bajo la idea de que un curso básico no debe de ser tan caro. Con las clases me ha ido bien, ya antes las había hecho y he tenido un público de amas de casa que tenían cámaras empolvadas, y les dije que se llevaran a sus hijos para que fueran sus modelos; ahora que volví de la Ciudad de México se interesan más universitarios. No todas las semanas resulta bien o tengo clases. Aun así, intento hacerlo en base a los horarios de los interesados o de los propios.
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