Todos los días salgo a correr a la misma hora, un poco antes de que salga el sol. Siempre prefiero hacerlo del lado contrario de la luz, me gusta ver mi sombra huyendo del amanecer y del calor. Nada como sentir una fresca mañana, cuando las plantas y hierbas aún están cubiertas por el rocío.
Es la mejor forma de desestresarme de tanto pendiente en la empresa, dejo atrás los problemas de la vida diaria, corriendo más rápido para que no me puedan alcanzar. Me encanta la sensación del aire en mi cara y los pies tan ligeros, sintiendo como que puedo volar. Al ponerme los audífonos me desconecto de este mundo, escuchando la misma canción una y otra vez. Solamente que a veces se debe tener cierto cuidado con los vehículos o tráileres que suelen pasar muy cerca de uno. Aunque hay días que el cuerpo no se quiera levantar, nada es excusa cuando se quiere hacer ejercicio y activar el cuerpo.
Paso a paso es normal quedarse sin aliento o tener una sed infernal, pero lo más extraño es que todos los días al pasar por la gran curva me da una especie de escalofrío, prefiero apresurar mi paso. Dicen que ese trayecto está maldito ya que se han salido de la carretera muchos conductores; ya hasta se hizo un hueco en el monte que al pasar cerca sientes como que alguien te asecha. Ahí veo que construyeron hace poco una pequeña tumba con una pequeña placa que no me atrevo a leer. Algunos pobladores ya hasta cuentan la leyenda del lugar, dicen que por las noches más oscuras se aparece un espectro sin piernas en la mera curva, haciendo perder el control de los vehículos y propiciando desgracias.
No creo en los fantasmas ¡todo tiene explicación! Mas bien creo que es un parpadeo por manejar cansado o los conductores borrachos que salen de fiesta, porque hay varias quintas donde se organizan fiestas en los alrededores.
Una mañana para romper con la rutina de siempre, salí a correr mucho más temprano que de costumbre y se veía todo más oscuro. Estaba completamente decidido a vencer de una vez por todas ese ridículo miedo o al menos de encontrarle una respuesta lógica a ese misterio. Al llegar al punto, de lejos pude percibir una figura parada junto a la pequeña tumba, por un momento pensé que era un venado que se me había aparecido, pero al acercarme más pude ver una figura humana; específicamente a un señor que por su lento mover parecía de edad mayor, corrí hacia el lo más rápido que pude. Al ver que me acercaba directo a él a gran velocidad, pareció asustarse y en unos segundos se metió corriendo al monte. Sentí como que se me erizó la piel y un frío absoluto en todo mi cuerpo, que terminé regresando lo más rápido que pude directo a mi casa.
A partir de aquella mañana, diario volvía a pasar mucho más lento en ese tramo. Sentía que había dejado algo pendiente en ese lugar. Hasta ese momento, mi avistamiento más interesante fue toparme con una familia de zarigüeyas, mejor conocida como zorros en esta zona.
Se acercó la fecha de finados. Las mañanas eran más heladas, había caído sobre Yucatán una masa de aire fría por lo que amaneció con una espesa neblina. Los vehículos que pasaban disminuían la velocidad y tenían encendidas las luces a máxima intensidad. Uno casi me atropelló y no sé cómo lo esquivé; al llegar a la curva, comencé a trotar y luego a caminar más lento. El corazón se me detuvo completamente al ver que el mismo sujeto yacía parado a escasos metros de mí. Intenté tomar aire, en ese momento no se me ocurrió otra que decirle “¿Puede oírme?”.
No me respondió, extendiendo mi mano izquierda caminé lentamente, el sujeto se mantenía fijo al suelo, yo estaba preparado para correr en caso de ser necesario. Conforme me acerqué me di cuenta de su piel morena, no traía camisa, vestía un pantalón desgastado, traía consigo un morral en su espalda y un fajo de leña entre sus sandalias llenas de lodo.
–Disculpe ¿Quién es usted?
Estuve lo suficientemente cerca para ver su rostro, tenía un ojo completamente gris y los años habían hecho lo suyo en su rostro como a un tronco viejo.
–Buenos días, no quiero molestarle, pero hace algunas semanas me llamó la atención su presencia en este lugar.
–Cada semana salgo a leñar. Mi casa queda aquí a una legua, la parcela que le perteneció a mi familia fue partida por la mitad cuando hicieron esta carretera.
–Yo vivo aquí a unos kilómetros en la gran privada de Cholul, todas las mañanas salgo a correr por este tramo.
–¡Qué curioso! Mis hermanos fueron engañados y les quitaron sus terrenos para construir todas esas privadas.
–A mí me lo vendieron por una desarrolladora, hoy en día solamente se consiguen terrenos a buen precio alejados de la ciudad.
–No lo culpo a usted. Más bien, a ellos por no saber leer bien el español.
Pero tengo una duda, esta curva me intriga mucho, sabe usted ¿Qué fue lo que verdaderamente sucedió aquí?
Después de un largo suspiro, el señor contestó:
–Este crucero nunca se debió hacer. Alguna vez el gobierno quiso construir una carretera en mi propiedad, me negué profundamente por ello mandaron a hacer esta desviación. Al final terminaron partiendo a la mitad mi patrimonio, ya nada sería lo mismo. Me vi obligado a tener que cruzar este peligroso trayecto para llegar al fondo donde crecen los mejores árboles. Pero eso no fue lo peor; yo tuve un solo hijo. Una mañana lo mande a leñar porque ya estaba en la edad para convertirse en hombre, nunca regreso. Al seguir el camino, su cuerpo estaba tirado, me lo mataron como a un perro en carretera. Quedó partido en dos como mi terreno. El responsable huyó irresponsablemente de aquí. De piedra en piedra le construí una pequeña lápida para recordarlo, continuamente vengo a ponerle aunque sea una veladora o agua en una jícara, pero tantos automóviles que se han salido de la carretera que más de una vez lo han destruido.
Después de un silencio, en el que no sabía que responderle el señor continuó.
–Eso no es todo, hace como un año atropellaron aquí mismo a un tipo de la misma forma que a mi hijo. Su familia le puso una placa en su memoria, aprovecharon el montículo de piedras para construirlo. No lo conocí, sus apellidos no suenan de por acá.
–Siempre he visto esa pequeña placa, pero nunca me he atrevido a leerla.
Al hacerlo un vacío invadió mi ser, intenté sentir mi cuerpo y no lo encontré. Quise gritar y no pude.
–Se ve que caminas en sentido contrario a la luz. Ahora que sabes la verdad ve y descansa en paz.
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Mauricio Canto (Merida 1996) estudió la licenciatura de Mercadotecnia y Negocios Internacionales en la Facultad de Contaduría y Administración por la Universidad Autónoma de Yucatán (UADY). Creador de “Yucaricaturas” para promover con ilustraciones lo mejor de la Península. Organizador de eventos artísticos, culturales y deportivos en honor a Pedro Infante en la ciudad de Mérida. Es amante de la lectura mexicana y le gusta mucho escribir en sus tiempos libres.
© Imagen de un reportaje de Mayra Franco para Vanguardia.
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