Por Sergio Ceyca
En Sinaloa hay mucho teatro. Y muchos exponentes fuertes de este que, a nivel nacional, están haciendo mucho trabajo. En el caso de Manolo Díaz (Mazatlán, 1989) hay mucha constancia y trabajo duro que lo ha llevado a ganar diversos premios a nivel nacional, más también cierta intimidad que ha alimentado sus obras. En La Pared Cultura nos acercamos a entrevistarlo.
Manolo Díaz es ganador del Primer Premio Nacional de Dramaturgia para el Barrio con su obra “La mesa púrpura”, convocado por Carretera 45. Además, fue finalista del Premio Nacional de Dramaturgia Joven “Gerardo Mancebo del Castillo 2017” con su obra “Aviones”, publicada en el Teatro de la gruta número 17 por el fondo editorial Tierra Adentro, y en 2018 fue selección del Circuito Internacional de Joven Dramaturgia y Dirección con su obra “Siempre tendremos Dallas”.
En 2018, fue beneficiario del Programa de Estímulo a la Creación y Desarrollo Artístico del estado de Sinaloa, Jóvenes creadores, y en 2019 fue dramaturgo invitado en el Segundo Encuentro Nacional de Jóvenes Dramaturgos en la ciudad de Morelia, Michoacán.
LPN: Lo primero es, ¿cómo te acercas al teatro? ¿Es de niño o es ya grande?
Manolo Diaz: Creo que antes del teatro, tuve un acercamiento con las letras. Siempre me gustó conocer historias, ¡y qué bueno! Porque como mi primer acercamiento con el teatro, se da en la primaria, como espectador, específicamente durante los primeros tres años… Creo. Fue un acercamiento y alejamiento casi simultáneo. Según yo fue en el Teatro del IMSS, en algún antecesor de teatro escolar. Recuerdo que al salir de ahí no quise saber más del teatro. Y mi reencuentro sería hasta la prepa, y ahí es donde no volvería a soltarlo. Pero mi primer acercamiento me dejó clara la responsabilidad que tiene el creador para con el público, sobre todo para el teatro durante los primeros años.
LPN: ¿Y en qué momento decidiste aventurarte, directamente, a hacer teatro?
MD: Recién entrando en la universidad, cuando un amigo me invitó a un taller de teatro e inmediatamente después a salir en un montaje para un público pequeño. Curiosamente mi primer acercamiento formal con el teatro se da como actor, y es curioso porque me considero un pésimo actor.
LPN: ¿Qué ocurre después? ¿Sigues actuando con tu amigo? ¿Pasas a otras cosas?
MD: Como no me gustó tanto actuar, y en un principio no me gustaron tanto mis personajes, empecé a escribirme mis personajes. Hasta ese momento me di cuenta que lo que quería y mejor se me daba en el teatro era escribir teatro.
LPN: ¿Cuál fue tu primera obra? ¿Es algo que hayas publicado, es algo que más bien guardaste?
MD: Mi primera obra se llama “Fetuccini Alfredo”, es un texto que me guardé y que nunca he montado. Creo que pocas personas lo han leído. Quizá porque me da pena el qué y el cómo lo escribí. Pero sin ese primer texto no hubiera tenido un segundo que se convertiría en montaje y el cual me llevó a Guadalajara y Culiacán. Lo más difícil fue ser visto por un público que no estuviera conformado por familiares y amigos. Ahí fue cuando realmente probé texto, montaje y surgió una reescritura.
LPN: Y ya después de “Fetuccini Alfredo”, con el segundo texto, ¿cómo empieza a fluir la recepción del público? ¿Qué temas te gusta tratar en las obras?
MD: El siguiente texto se llamaba “Amor, amor, o el suelo bajo los pies”. Casi siempre parto desde la familia. Desde el centro del núcleo social, pero después traté de hacer un algo que hablara de toda una comunidad, específicamente del llamado “teatro para el barrio”, sobre todo cosas que pasan en una colonia mitad ficción mitad real que se llama “Colonia Casa Redonda”. Últimamente he tratado de que mis textos/montajes ocurran en un mismo universo. De hecho, casi siempre hay un medio de transporte accidentado.
LPN: Y en cuanto al tema de la familia, ¿es el asunto de la familia nuclear? ¿O especificas en las relaciones padres e hijos, en específico? No se si puedas ahondar en eso. Y en Mazatlán hay una tragedia de un autobús que fue arroyado por un tren, ¿tiene que ver con eso o con cosas que te han tocado a ti?
MD: Tengo uno que va de la relación de un padre criando solo a su único hijo (La mesa púrpura), otro que va de tres hermanos atrapados en un limbo, donde avioncitos de papel les imponen retos y de paso les advierten que solo dos podrán irse porque uno morirá (aviones), otro que va de una pareja de amigos, huérfanos ambos, que se involucran en el narcomenudeo dentro del barrio (Hojuelas de tabaco azucarado) y otro es un grupo de amigos, muy pendejos, que se cuidan a un integrante del grupo que acaba de ser diagnosticado con esclerosis múltiple (Temporada de patos). Hay varios nombres que se repiten, quizá por son los mismos personajes en diferentes tiempos y lugares. Una tía murió en un accidente de tren en Nayarit, fue un descarrilamiento. Eso rompió de cierta forma a toda una familia. Mi mamá quería escribir sobre eso, nunca tuvo el tiempo, así que yo le dije que la escribiría, obvio con su permiso. Además, me da miedo volar. Específicamente volar en avión y que el avión de pronto pueda dejar de volar.
LPN: ¿Qué autores o creadores han modelado tu creación hasta ahora?
MD: Me mama Enrique Serna. Creo que todo el que quiera escribir teatro debería leer a Liera. Alejandro Ricaño ha marcado mi manera de concebir el teatro y Adrián Vásquez admiro y respeto el rigor y la exigencia que puedes ver en cada puesta.
LPN: ¿Has publicado, en impreso, algunas de tus obras?
MD: “Aviones” que Aparece en el Teatro de la gruta XVII, de Tierra Adentro, junto a textos de Víctor Velo, Manuel Barragán, José Manuel Hidalgo y Sergio López Vigueras. “Siempre tendremos Dallas”, en un número de Tramoya de la UV y otra obra corta “A imagen y semejanza” en una publicación de la Universidad de Barcelona. De esa última prometieron enviarme unos ejemplares, cuando les dije que vivía en Mazatlán, Sinaloa, México, dejaron de contestarme y nomás me mandaron el dinero.
LPN: Has tenido varios premios, entre ellos el Premio Nacional de Dramaturgia por el Barrio. ¿Cómo ha sido esta experiencia?
MD: El estímulo económico, cuando los hay, es lo que más se agradece, además se ven bonitos en las semblanzas. Creo que no he ganado un premio realmente importante o de tradición dramaturgica, El Gerardo Mancebo siempre lo quise ganar y nunca pude, ni podré, porque ya no soy joven, ni joven-joven, ni joven para efectos burocráticos, así que diré que me hace feliz haber sido finalista. Lo bueno de escribir dramaturgia es que los premios se recuerdan poco, a menos que quieras estarlos recordando, el dinero dura mucho menos. Al final de cuentas, cuando menos en la dramaturgia, el premio te certifica con los colegas, aunque a veces ni eso, como tampoco significa que te den legitimidad ante un público. Sí, también soy de esos que mencionan los premios siempre que se pueden, pa engordar la semblanza.
LPN: Y ¿cómo ha sido tu año de pandemia? ¿En qué estás trabajando?
MD: Empecé una obra para un concurso pero no alcancé a terminarla porque a la mitad me puse a escribir otra, para otro concurso de obras cortas, que tampoco gané, pero que terminé montando. Creo que es el montaje que me ha quedado más bonito. Hemos tenido temporadas cortas en espacios independientes con aforos muy reducidos, así que podemos presumir que a veces hasta llenamos. Este último año he montado más que lo que he escrito. Hasta tuvimos funciones virtuales, de las que a todos los teatristas les cagan. Pero la verdad es que hemos tenido más funciones que en años sin pandemia.
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