Yo soy el otro: Juan Gelman

Por encargo de Enzia Verducchi, para la revista “Voz otra”, entrevisté a Juan Gelman en su departamento de la Condesa en enero de 2006. Publicada originalmente en aquel año, las palabras de Gelman todavía reviven en su humanismo, en su poesía, esta fue la conversación:

Por Arturo Mendoza Mociño

720 niños murieron durante la conversación. Simple aritmética: cada cinco segundos, según el último informe de la ONU , cita Juan Gelman, en todo el mundo muere un niño menor de cinco años por pobreza o por una enfermedad relacionada con la pobreza. La charla con el poeta argentino dura poco más de una hora con 12 muertes por minuto.

Se habrá olvidado Dios de nosotros, pregunto. Alguien que no fuera ateo, responde el autor de En abierta oscuridad, le diría: “O nosotros de dios”. Sí, como el verso de Gelman, “la realidad tiene labios que besan a muerte” y la guerra y la violencia y el odio campean por el mundo.

“La humanidad se está volviendo cada vez más inhumana”, sostiene el galardonado con el  premio Juan Rulfo, en 2004,  y los premios Pablo Neruda yReina Sofía de Poesía, el año pasado. “A veces pienso que Dios sobreestimó las posibilidades del ser humano. Estamos en una situación catastrófica. Ahora Estados Unidos está apuntando hacia Irán y Siria, el llamado eje del mal”.

Desde el punto de vista económico, la situación no es floreciente en ningún lado, ni siquiera en Europa. Allá hay millones de desocupados que nunca más volverán a trabajar. Ya ni siquiera son carne de explotación porque nunca más van a tener un laburo.

“Hay un especie de holocausto, más silencioso y menos aparente, pero no menos mortífero, que es el del hambre”, añade. “De manera que realmente no podemos decir que éste sea un mundo justo”.

Ante tantos horrores, qué tipo de belleza puede surgir. Gelman, el de los grandes ojos escrutadores, el que fuma Benson and Hedges, piensa que la belleza está en todas partes y que este mundo es bello todavía, en la naturaleza, en el otro.

“Esa es la gran cuestión. Rimbaud decía ‘yo soy otro’, pero yo digo en cambio ‘Yo soy el otro’”, explica. “Y aunque noto que hay mucha destrucción, racismo, discriminación, lo cual no sólo mutila la riqueza del mundo sino también la propia porque uno se niega a aceptar lo distinto porque le da miedo y entonces se empobrece, y el otro encuentra una barrera que no le permite compartir, conocer y saber más, esto en el exilio se conoce con fuerza y no hace falta exiliarse para verlo en nuestro países”.

Obra. La memoria de un poeta.
Obra. La memoria de un poeta.

 ¿Una nieta con bigote? ¡Por favor!

Este año Gelman cumple tres décadas de haber dejado Argentina por la dictadura militar que mató a 30 mil personas. Entre esas víctimas estaban su hijo Marcelo, muerto con un tiro en la nuca en octubre de 1976, y su nuera Claudia, quien esperaba un bebé, el cual le fue sustraído antes de ser ejecutada en Uruguay. Los restos de Marcelo reposan en Buenos Aires, pero los de Claudia aún son buscados por el escritor.

Su nieta, la hija de Marcelo y Claudia, se llama Macarena y ya lleva el apellido del abuelo. Macarena Gelman García vive en Montevideo, estudia biología y se ha vuelto ciudadana argentina. Durante 23 años fue buscada por el poeta. Durante 23 años creció con una familia que la hizo pasar como hija suya. Era un pareja estéril que a finales de 1976 recibió a la pequeña en una canastita. Nunca le dijeron quiénes fueron sus padres ni cómo fueron asesinados ni cómo llegó a esa casa donde quien decía ser su padre era un policía.

En enero del 2000, tras arduas pesquisas de su esposa Mara La Madrid y con el apoyo de miles de artistas, escritores y premios nobeles de más de cien países que se sumaron a su causa, Gelman se encontró con su nieta en Montevideo. Ella se realizó la prueba de ADN y resultó “la certeza 99, 99 por ciento” de que era una Gelman.

“Aunque ella y yo tenemos una especie de pacto en el sentido de no tocar esas zonas que pertenecen a la intimidad de cada uno de nosotros”, comenta, “es curioso lo que aprecia la visión masculina y la visión femenina. Macarena me dijo que cuando entró ella sintió que yo era el abuelo y mi mujer le encontró parecido con mi hijo y yo le encontré parecido con mi nuera. Un amigo mío, que es abogado, dice que ‘lo único que le hace falta es ponerle el bigote para que sea como vos’. Me parece exagerado además de inapropiado. ¿Una nieta con bigote? ¡Por favor!”.

La risa de Gelman es contagiosa. También lo es su esperanza de que sean castigados los torturadores del Plan Cóndor, esa internacional del crimen que era una alianza entre los servicios de inteligencia de las dictaduras sudamericanas donde chilenos eran asesinados en Argentina, argentinos eran detenidos y asesinados en Paraguay o uruguayos eran aprehesados y desaparecidos en Argentina.

La condena de 17 mil años de prisión a Ricardo Miguel Cavallo es un buen augurio, aunque, aclara Gelman, las leyes españolas impiden que alguien cumpla una condena superior a los 30 años. La reciente derogación en Argentina de las leyes del perdón, un nombre inapropiado, considera el poeta, porque ninguna víctima de la dictadura delegó en nadie la facultad de perdonar a quienes las asesinaron, han puesto en marcha 200 detenciones y a emprender cerca de mil juicios a militares

“No puede haber una conciencia cívica real sin justicia y sin memoria de lo ocurrido”, afirma Gelman, “el único modo de cerrar la herida y de poder olvidar en que se juzgue a los responsables de estos crímenes y que paguen con la cárcel con todas las garantías que ellos (recalca) jamás le dieron a sus víctimas. No estamos en la época de Pericles donde les hacían jurar a los ciudadanos que no recordaran. Para esos griegos de hace 25 siglos el antónimo de olvido no era memoria, sino verdad. No podemos permitir que se construyan conciencias cívicas mutiladas que sean el pasto de la impunidad, como ocurrió en Argentina”.

De dónde sacó tanta fuerza Gelman para afrontar la muerte que lo cercó y que le arrancó a sus hijos y a su nieta. El poeta no tiene respuesta y asegura que si lo averigua capaz que se le agota esa energía. Prevalece con él la fraternidad y la solidaridad que recibió de tantos durante la búsqueda de su nieta porque fue una campaña que apoyaba un imposible. La suya, insiste, fue una apuesta a lo imposible y eso es lo que permite aspirar a una utopía y en este caso la utopía se concretó.

 Por una escuela de la expesencia

Afuera el sol lucha por abatir la fría mañana. Adentro, en el departamento donde escribió los poemas de País que fue será y la colección de artículos sobre la intervención estadunidense en Irak y Afganistán, Gelman comenta que ha escrito unos 40 poemas de lo que será su nuevo libro.

Gelman y José Emilio Pacheco.
Gelman y José Emilio Pacheco.

La escritura de los mismos ha sido pausada, admite y, de nueva cuenta, como siempre le sucede, los poemas lo han abandonado, lo han dejado ahí, ante el vacío. Porque como él dice, uno no deja al poema sino que éste siempre se aleja de su creador cuando le place.

Me imagino a esos poemas levantando el vuelo, yéndose lejos, dejando su rastro en los cuadernos de Gelman, cuya melodía se une a esa gran orquesta sinfónica que es la poesía, donde hay tantas voces y cada voz  trae su tono y su sonido y su belleza y donde, asegura, la música de Vallejo, Baudelaire, José Emilio Pacheco, Marco Antonio Campos y Enrique Molina es su predilecta.

“Acostumbro decir que me gustan todos los poemas… si están bien hechos. El único tema de la poesía es la poesía y aquellos que piensan que el dolor es el origen de la poesía y de los poemas están equivocados. En todo caso, es el dolor de la palabra, esa herida que nos viene desde la cuna, que nos viene de fuera y que no cierra nunca, gracias a ella tenemos la palabra, pero cuando me empiezan a hablar de esa discusión ya herrumbada de poesía política o poesía en existencia o poesía en esencia.

“Por eso, con mi amigo Marco Antonio Campos, creamos la poesía de la expesencia, es decir, la poesía de la experiencia y de la esencia. ¡Estamos creando la Escuela de la expesencia! Porque a mí me parece absurdo suponer que una poesía de la experiencia carece de esencia y una poesía de la esencia carece de experiencia”, ríe Gelman. “La poesía no nace del aire. Es una tradición de muchos siglos y la poesía sólo se va a extinguir con el mundo. Nunca antes. Los que han decretado el final del género también se equivocan”.

El poeta no para de reírse al recordar aquella sentencia de Alí Chumacero que dice que “podrá no haber poesía pero siempre habrá poetas”. Pero se ríe más cuando se le pregunta sobre cómo va la escuela de la expesencia. Hasta ahora, dice, no han logrado convencer a mucha gente.

 Botellas al mar del amor

De cuántos amores es responsable Juan Gelman por sus poemas. Cuántos hombres se han enamorado o han enamorado con sus versos. Cuántas mujeres fueron hechizadas por el incendio de su palabra. El poeta no lo sabe, aunque reconoce que desde muy joven ya era un eficaz celestino. Un muchacho del barrio de Villa Crespo, donde nació en 1930, solía decirle: “Yo uso tus versos para levantarme minas”.

Gota. Perdurable.
Gota. Perdurable.

Sus poemas, explica Gelman, son botellas al mar mecidas por la marea del azar y la persistencia, el consuelo y el humor, como lo muestran las siguientes anécdotas:

Un programa radial de Buenos Aires reúne a Mario Benedetti y a Gelman. Ambos leen sus poemas. Cuando llega su turno Gelman abre al azar su libro y lee un poema. Frente a él, una de las chicas del equipo radiofónico se enfada y le pregunta al terminar la emisión:

—¿Ese poema que leyó es suyo?

—Sí —, responde el poeta.

—¡Hijo de puta!

—Disculpe señorita, quizás el poema no sea tan bueno pero eso no lo merezco.

—No, no, no lo digo por usted sino por un novio que tuve que me hizo creer que había escrito ese poema y me enamoré de él por ese poema.

Si la osadía y la suerte tuvieran nacionalidad éstas tendrían que ser cubanas por la historia que alguna vez escuchó Gelman en medio de una fiesta. Reinaldo, por decir un nombre, quiso enamorar a Yuneidi, por decir otro nombre, pero ella no se dejó seducir. Reinaldo, quien utilizaba en sus lances ese verso de Gelman que inicia diciendo que “Ofelia no es la prisionera de su propia voluntad/ ella sigue a su cuerpo/ espléndido como un golpe de vino en medio de los hombres”, volvió a la carga con Celia diciéndole “Celia no es la prisionera….”. Y ella se dejó querer por ese enamorador que un buen día descubrió con azoro que Yuneidi y Celia ¡eran hermanas! Y allí están Reinaldo, flanqueado por Yuneidi y Celia y la invisible Ofelia, contándole su historia a Gelman. Los cinco muriéndose de la risa.

Antes de que acabara la dictadura, el poeta recibió la carta de una madre cuyo hijo estaba preso en La Plata. Contaba aquella mujer que su hijo compartía celda con otros 50 detenidos y que todos ellos pedían una sola cosa: poemas de Juan Gelman. Como no se permitía llevar libros a los prisioneros políticos, la hermana del chico memorizaba los versos y se los recitaba a su hermano hasta que éste los recordaba tan bien como para compartirlos con sus compañeros.

Varios presos de la dictadura militar escribían libros enteros en papel de fumar, con letra microscópica y hacían con ellos los llamadoscaramelos que doblaban y envolvían con diurex para tragárselos en caso de ser trasladados a otra celda o a otra prisión. Así viajaron bibliotecas completas entre tripas y jugos gástricos. En París, Gelman se encontró a un pintor que tuvo que llevarse un par de caramelos.

—A mí me tocó tragarme Gotán.

—Y se ve que no lo asimilaste —le dije en broma—, pero él se enojó mucho. Eso me recuerda a otro colega que alguna vez me dijo:

—¿Vos sabés que a mí me tocó llevar un libro tan gordo pero tan gordo que todavía tengo hemorroides?

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

* Copy This Password *

* Type Or Paste Password Here *

Share via
Copy link
Powered by Social Snap