DEA, el affaire con apellido Zambada

De héroes y villanos

Para la Drug Enforcement Administration (DEA) la acusación que hizo la defensa legal de Vicente Zambada Niebla, en el sentido en que se dejó operar al cártel de Sinaloa y a sus socios de Estados Unidos porque es más fácil tratar con una sola organización que con varias, dejó por los suelos la reputación de la agencia. Y más allá de ello, fue una afrenta que se tiene que subsanar en las catacumbas del poder, no en lo público.

Nunca ha sido un secreto que las agencias de seguridad de Estados Unidos, su Departamento de Justicia, negocien con los mafiosos para llegar a acuerdos más o menos holgados para los capos y lo suficientemente jugosos para el erario gringo, para los políticos y su sistema legal.

En términos llanos, los gringos son expertos en negociar la justicia, que nunca, en ningún lugar, es absoluta, y muchas veces contrasta la satanización de los “malos” que cuando llegan al banquillo y se declaran culpables por ciertos cargos, desechando otros más delicados, les aplican penas mínimas, siempre y cuando aporten para las arcas del Estado.

Quizá por eso, desde hace meses el juicio siempre pospuesto del Vicentillo ha sido un misterio. Luego de su traslado de una cárcel de máxima seguridad en Chicago a una de mediana seguridad en la comunidad de Milan, Michigan, nada se ha sabido. Tal parece que el caso fue sellado por tratar “asuntos delicados”.

El caso del primogénito de Ismael Zambada García, el mítico líder del cártel de Sinaloa, es dinamita pura en los juzgados gabachos.

Pero desde que se comenzó a ventilar, una vez que fue extraditado en febrero del 2010, puede advertirse que la DEA se rebajó hasta la ignominia con tal de mantener su simulada guerra contra las drogas, que desde hace décadas esta agencia ha encabezado, junto con la CIA, los affaire más notorios: la corrupción pulula en sus sótanos porque es tan inherente como la muerte es la contraparte de la vida.

El hilo se centra, según lo que se ha llegado a saber, en la información que proporcionaron los hermanos gemelos Pedro y Margarito Flores, a la sazón los socios favoritos del cártel de Sinaloa en la época en que los Beltrán Leyva no estaban en pleito con la organización sinaloense.

Los gemelos ayudaron a la DEA a presentar uno de los más grandes maxiprocesos en la historia reciente de Estados Unidos contra las mafias de la droga, ya que la operación concluyó a mediados de 2009 con la detención de más de 600 personas y 15 acusaciones desclasificadas por la Corte para el Distrito Norte de Chicago que boletina a 46 personas como los cómplices del cártel de Sinaloa para traficar toneladas de cocaína desde Sudamérica hasta el corazón del territorio gringo.

A la cabeza de este “maxiproceso” están Joaquín Guzmán Loera e Ismael Zambada, así como los hijos de cada uno: Alfredo Guzmán Salazar, y Vicente Zambada.

Entre los expedientes judiciales desclasificados está el de Kiley Murray, uno de los más grandes socios de los hermanos Flores que operaba siete estados de la Unión, teniendo como base Atlanta y Chicago, y que fue uno de los cientos de detenidos justo en el momento en que el Gran Jurado integraba los casos para hacerlos públicos.

Murray había sido delatado por los Flores, al igual que el resto de la organización que tenía profundas raíces en suelo mexicano, sinaloense. Pero negoció y un año después salió libre y pobre: entregó gran parte de su fortuna, propiedades y millones en efectivo.

En recompensa, una noche de diciembre de 2010 fue eliminado a balazos mientras caminaba por su barrio en el sur de Chicago. Sigue siendo un misterio que fue lo que aportó Murray al “maxiproceso” del cártel de Sinaloa, si bien a muchos se les ha juzgado en casos separados pero cuya conexión son los socios en común: los Flores, los mágicos testigos de la DEA que traficaron por meses mientras sus agentes investigaban y conseguían pruebas contra los miembros de la organización.

Es ahí donde entra otro miembro clave en la historia: Humberto Loya. Si bien poco se sabe de este personaje se dice que estuvo al frente de las negociaciones de la DEA con el cártel de Sinaloa, y fue el contacto para que el Vicentillo se entrevistara con los agentes en la Ciudad de México.

No sabemos, en este mundo de apariencias, qué es verdad y qué es mentira, pero si la defensa del Vicentillo no tuviera pruebas reales el juicio ya hubiese concluido. Esto es una especulación, cierto, pero el mismo juez Rubén Castillo ha admitido que las acusaciones de uno y otro lado “son delicadas”, y por ello la Fiscalía y la defensa acuerdan que el juicio se posponga mientras se “analizan” las evidencias… Ya sabemos qué significa este lenguaje oblicuo, transversal, cuando no se quiere revelar que la cosa “está que arde”.

Aquí es donde se inscribe la captura de Serafín Zambada Ortiz, hermano menor del Vicentillo: a la DEA le urge meter presión a la familia Zambada, y el “Sera” (si bien un narcojúnior de primera) puede ser la víctima propiciatoria en este juego de poder que hace Washintong.

Esto no es sólo una hipótesis jalada de los pelos. Cuando El Mayo salió a escena pública en la revista Proceso, en su encuentro con el periodista Julio Scherer en un lugar de Sinaloa, Estados Unidos reaccionó boletinando a través del Departamento del Tesoro a “nuevas empresas” que no habían entrado en la lista de 2007.

Pero veremos que es lo que seguirá en esta historia, digna de una novela de James Ellroy.

Los tuitazos de los narcojúniors

Como en otras entregas, en este espacio hemos criticado el actuar de muchos medios de comunicación al dar por cierto información en redes sociales que no verifican. La revista Proceso, por cierto, fue una de las primeras que desde su sitio web dieron por veraces las cuentas de Twitter de Serafín Zambada y compañía, entre los que destaca Alfredo Guzmán Salazar, Iván Guzmán, Mayito Gordo y hasta el Chino Ántrax.

Las fotos, sin duda, son de ellos, pero en algunos casos abundan las cuentas de Facebook y Twitter falsas, de personas alucinadas que admiran a esta gente.

Preguntando aquí y allá se sabe que algunas cosas pueden darse por reales, porque entonces vamos a dar por hecho que la cuenta de Rafael Caro Quintero (@R_CaroQuintero) es el viejón tuiteando su vida cotidiana tras el encierro, y que la cuenta de @elReydeSinaloa es el mismísimo Chapo Guzmán que se pelea con otros tuiteros que “usurpan” su identidad, como se lee en los twits que están en la página.

Y así nos podemos ir diciendo que hasta Ramón Arellano tuitea desde el infierno.

Sin embargo, lo cierto es que la mayoría de ellos sí tienen sus cuentas, como de instagram en donde suben fotografías y comentarios, y hasta hay quien hasta pide chamba de sicario a los jefes.

Más bien la crítica a los medios es que sin la mínima fuente llegaron a verificar lo que dieron por hecho hasta cometer pifias como Proceso.

De despedidas

El Congreso del Estado se despide como empezó: simulando que trabajó un chingo, simulando que hizo bien las cosas, simulando que fueron grandes y beneficiosos los acuerdos para los sinaloenses… Y hasta más de algún diputado o diputada se sentirá autocomplaciente por sus logros que no son más que autoengaños de la mala política sinaloense.

Por Martín Durán

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