Los debates en Sinaloa, eventos que han pasado de noche en las campañas

Columna Institucional

DE ENTRE TODA LA MAREJADA que se ha formado en el presente proceso electoral y especialmente, ante el terrible escenario de violencia que se ha atestiguado, revelado en atentados contra varias decenas de candidatos a puesto de elección popular, habrá que señalar que al menos en Sinaloa las cosas no han pasado a mayores.

Los casos que se han presentado han sido menores y quedan en el terreno de lo meramente electoral, con acusaciones que no pasan de los clichés de cada elección, destacando la destrucción de material de propaganda. Todo ha sido las muy conocidas pugnas entre partidos.

Afortunadamente para los candidatos ha existido climas de respeto y calma.

EN SINALOA, LOS DEBATES entre candidatos a los diferentes cargos en pugna han pasado más de noche que de día para el ciudadano. Se han llevado a cabo varios y los únicos ecos se han sentido en las aisladas notas periodísticas que se han publicado en algunos medios.

No han llegado a “calar” y tal parece que ya no habrá tiempo para más, las elecciones están ya a la vuelta de la esquina. La ciudadanía muy probable es que se quede sin saber cabalmente sobre programas y planes de trabajo, sobre propuestas que esencialmente, no estén “colgadas” de lo que los candidatos presidenciales están presentando como suyas.

PREOCUPADO EL SECTOR POLÍTICO por el clima de violencia en contra de candidatos, resulta interesante que similar escenario haya permeado al gremio periodístico, situación que se justifica plenamente.

Se mantiene el clima inseguridad contra los comunicadores y por ello, muy en su derecho de reclamar condiciones que garanticen su integridad y la debida protección que ameritan.

Si bien cierto totalmente lo anterior, habría que tener reservas ante lo que parece un virtual intento de victimización que se logra distinguir en algunos medios. Este es un tema serio sobre el que vale la pena reflexionar y que exigiría de parte de dichos medios la autoreflexión.

Antes de denunciar presuntos actos de intimidación o acoso (que se traducen como amenazas), valdría la pena repasar lo que hay en realidad tras dichos actos. Peor aún, que las situaciones todas, se deriven y traten de encauzar las pesquisas a actores políticos, aun antes de checar antecedentes o de que una autoridad en la materia defina, lo que no dejan de arrojar luces a veces muy claras sobre lo que puede ser la verdad, sobre todo ahora que por todo el país cunden amenazas graves contra periodistas y que han llegado a costar la vida de muchos en los últimos años.

AL ESCENARIO ANTERIOR debe agregarse el encono surgido que, al parecer, deriva del actual proceso electoral. Deben colocarse como ejemplos los casos de Manuel Clouthier infiriendo que Héctor Melesio Cuén como presunto responsable de lo que llaman hostigamiento y difamación en contra de una de reportera del medio donde es accionista, en el marco del choque entre entre ambos candidatos. Cada uno, es cierto, tiene sus motivos y sus puntos. Clouthier por un lado sugiere a Cuén como autor de la presunta agresión, y el candidato del PAS al Senado pide pruebas.

En este último affaire, las cosas han llegado hasta el nivel de demandas, con acusaciones mutuas y colocando en el medio del conflicto al medio (Noroeste) y a comunicadores del portal informativo Proyecto 3.

Triangulación que llega ante la opinión pública y que se mantiene en el singular de lo meramente mediático, pero al final debería prevalecer el diálogo antes que todo, porque si no todo queda en petardos, es en donde una investigación clara y seria se pierde.

Es decir, en lugar de acudir a la mesura (así sea que no haya conciliación) se desbordan pasiones, filias, fobias y obviamente intereses. Lo peor es que los cálculos parecen estar hechos para que el “impasse” llegue, curiosamente, al concluir el proceso electoral.

Lo grave es que en el fondo, lo que subyace son intentos de martirologios, algo a lo que el periodismo mexicano debió haber renunciado desde hace tiempo. Bastante se tiene con la violencia que se ejerce desde los poderes, esos sí, fácticos o institucionales, y que en los hechos todos los días muchos reporteros se enfrentan. Y sí, hay que denunciarlos, pero que nunca nos abandone la seriedad y que las investigaciones sean las adecuadas para dar certeza a un eventual logro de justicia.

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