Fantasmas en hospitales

Miguel Alonso Rivera BojórquezPor Miguel Alonso Rivera Bojórquez*

 

 

 

Era una noche fría de cielo estrellado y luminoso de 1988. En un pasillo en forma de herradura, que rodeaban unos jardines, solamente estaba abierta la habitación número cuarenta del médico anestesiólogo que hacía su residencia en el hospital.

Recostado en su camastro Samuel González Martínez vio pasar, con la claridad que le daba la iluminación natural de los astros, la figura de una monja solitaria que ignoró su saludo.

-¡Buenas noches, madre! ¿Qué tal?

Al asomarse la vio entrar a la habitación 44 y al poco tiempo salir nuevamente para perderse en la nada con el más absoluto silencio.

No era usual observar una religiosa a tan avanzadas horas porque por hábito todas las monjas se encerraban en sus habitaciones a las ocho de la noche, entregadas a la oración y al descanso, para no salir hasta el día siguiente.

Al hablar con el paciente, este le refirió que la monja había entrado a darle una pastilla.

Por curiosidad, ante tan extraño comportamiento, al amanecer se atrevió a preguntar a las religiosas: ¿y quién es la monja que le dio su medicamento al paciente del cuarto 44 a la medianoche?

Asaltadas por una profunda angustia, le pidieron la describiera. Ellas recordaban todavía su fisonomía y su figura menuda, su forma de caminar y esa melancolía que les inspiraba una profunda tristeza. Había muerto hace tiempo.

¡Qué rostros tan impresionantes, tenían el vivo reflejo del espanto! Después de murmurar unas plegarias, mientras sus manos nerviosas acariciaban sus rosarios, le revelaron al doctor la razón por la cual vagaba esa alma en pena en el hospital.

La religiosa fantasma había tenido en vida un secreto íntimo: no creía en las medicinas porque pensaba que solamente Dios tenía el poder de curar. Las enfermedades consumían a los pacientes que finalmente morían sin tratamiento mientras la monja tiraba los medicamentos a la basura.

La leyenda
Se henchía de gozo con lo que hacía, al boicotear los tratamientos, entregada a las oraciones para la sanación de los enfermos.

Sin embargo, parecía que Dios no escuchaba sus plegarias porque no solamente los pacientes morían, sino que muchos gritaban de dolor en medio de su lenta agonía.

Al morir, su alma atormentada regresó a buscar el perdón: el fantasma de la monja aparecía por doquier haciendo lo contrario de lo que había hecho en vida. Recorría los pasillos del hospital, suministrando los medicamentos, para brindar alivio a los malestares de los desafortunados enfermos.

Las religiosas comenzaron a encerrarse, veían pasar su diligente sombra entre el mobiliario. Se limitaban a mirar con asombro su aparición cumpliendo su misión con diligencia. Las religiosas se dedicaron a orar por el eterno descanso que se le había negado a su compañera por sus malas acciones.

Así fue como el médico pudo averiguar de qué se trataba. En la capilla del hospital, se decía, la monja escuchaba los ruegos de los familiares y visitaba a los enfermos para ofrecer sus cuidados sobrenaturales.

Actualmente, Bernardette es un hospital moderno, confortable y elegante que se encuentra en la zona metropolitana de Guadalajara. Sus instalaciones se ubican en la Calle Hidalgo 930 en la Colonia Centro.

Su fundación se registró formalmente el 2 de diciembre de 1961. Es una unidad médica que ha alcanzado un prestigio internacional y múltiples reconocimientos por su calidad y excelencia profesional y humana.

Se dice que su Director General y Fundador, Dr. Sergio Nájar Origel, compró el edificio donde nacería Bernardette, donde residían un grupo de monjas. La única condición para adquirir la propiedad, fue que permitiera que las religiosas, que ya habitaban cierta área, permanecieran en ese lugar que ya era entrañable para ellas. Se trataba de una congregación religiosa dedicada a servir a los enfermos.

Quizás fue por eso que el nuevo hospital fue bautizado como Bernardette (1844-1879), en memoria de una pastora, mística y religiosa francesa canonizada por la Iglesia católica en 1933.

En su comunidad, la santa se dedicó a ser enfermera. A 136 años de su muerte su cuerpo incorrupto todavía puede verse en el Convento de Nevers en una urna de cristal.

El doctor Samuel González Martínez actualmente es subdirector del turno vespertino del Hospital General de Culiacán. No sabe si el espectro de la monja sigue paseando por los ahora modernos pasillos del Hospital Bernardette o si ya logró descansar.

Lo cierto es que “todos tenemos un cadáver en el ropero” y todos los hospitales tienen sus leyendas de fantasmas, especialmente “La Planchada”.

En la unidad donde ahora trabaja ha escuchado de una mujer vestida de blanco que recorre los pasillos de la entrada principal. Se le ha visto cruzar, casi flotando, por el pasillo de las oficinas administrativas.

Algunos piensan que es una enfermera que sigue tratando de aliviar los males de los desposeídos.

El doctor Roberto Machado sintió su presencia y vio pasar la tétrica aparición frente a sus ojos en una de sus guardias nocturnas.

Son muchas las personas a las que se les ha aparecido “La Planchada” en este hospital que ya cumplió 25 años de su apertura, en mayo de 1990.

“La Planchada” del Hospital General de Culiacán es un misterio del que nadie sabe nada, ni quién es ni de dónde vino, pero su presencia ha inspirado diversas historias donde los rumores y las anécdotas se entrelazan.

También se reportan apariciones de sombras y fenómenos paranormales en sus instalaciones.

En una ocasión, la Maestra en Ciencias Sheila Ramírez Ramírez, jefa del departamento de informática, escuchó un ruido y luego vio la luz que se encendía en una oficina desocupada. Al tratar de abrir la puerta, un ente con fuerza giró la perilla al lado contrario. Al abrir la puerta no encontró a nadie en el interior.

Presencias fantasmagóricas han paralizado de miedo no solamente a los trabajadores de la salud, sino dejado sin aliento a los pacientes que han escuchado lamentos o ruidos en lugares vacíos y sin causa aparente.

Lo que causa una sensación inquietante al más escéptico, son las historias de aquellos que han escuchado las voces y los pasos de los espíritus que vagan sin descanso.

Quizás estos avistamientos de apariciones se deban a que los hospitales son puntos magnéticos donde prevalece la frontera entre la salud y la enfermedad, entre la vida y la muerte. Un espacio donde nace la vida y se observan, en muchos casos, muertes sin sentido.

Aquí queda, impregnada en las paredes, la energía del dolor de muchas personas que experimentaron, despiertas, las peores pesadillas. Por eso, probablemente, la monja de Bernardette y la mujer de blanco del Hospital General de Culiacán, son misterios que, en este mundo, todavía no se pueden resolver.

*E-mail: correo@miguelalonsorivera.com

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